La casa y el corral

LA CASA Y EL CORRAL

“La opresión es tanta
Que ya quejarnos no podemos” 

Quevedo (a su Rey Felipe IV)

 

 

Hemos sostenido en el III Congreso Regional de Madrid que la causa de gran parte de todos nuestros problemas es el “intelectualismo político”, que fue diseñado por nuestro Donoso Cortés, siguiendo el “liberalismo doctrinario” nacido de la Restauración Europea; por lo que sea, en España aún seguimos con ese sistema, y por lo que sea, no queremos cambiarlo: no es un fatalismo, es una decisión.

Se tiene esta esa creencia fatalista de que todo lo que está pasando tiene que pasar porque así está estructurada España;  y es difícil luchar contra las creencias, máxime cuando crean un sufrimiento grande y una falta de esperanza, sobre todo en los más jóvenes: esa angustia impide ver las cosas racionalmente, además de crear una gran desazón.

Para que se entienda este pensamiento lo mejor es que veamos cómo está estructurada nuestra España de una forma plástica, y para ello me remito a la gran obra de Miguel Delibes “Los Santos Inocentes”, llevada al cine por Don Mario Camus García. Tanto la novela como la película no tienen desperdicio.

Hay una “casa” y un “corral”.

En la casa viven los señoritos y en el corral viven los animales y los “criados”. Conviene señalar que la casa de la novela es la “casa de campo”, y del “capricho” de los ricos para su “recreo”, pues estos viven en la capital, al margen de las inclemencias del campo, en todos los sentidos: frío, comunicación, servicios, etc…

Los que están en el “corral” viven en una “choza casi derruida”, sin servicios, y con la única forma de calentarse que es la “lumbre”, que además le sirve para preparar la comida en un puchero de barro. Su forma de vida es “servir al señorito”, que viene a la “casa de campo”, y trae a sus amigos ricos de la capital; las expectativas de estos criados son nulas, reduciéndose a una auténtica “gleba”: viven “del” señorito y gracias “al” señorito y tiene que reírle las gracias al señorito: todo por la lumbre que le permite calentarse y poner el puchero. Una cosa que no saben los “ricos” de la capital es que para encender la lumbre se utilizaban “cagajones” (o sea, la mierda de la vacas) que cuando están secos tienen buenas brasas y se mantenían entre la ceniza toda la noche: en la mañana, para encender la lumbre, esa brasa avivaba el fuego.

Cada poco tiempo tenía lugar un acto “de gracia”, por algún un día especial, y en dicho día la “madre del señorito” sale a dar una “propina” a la servidumbre; quizás sea la única vez que los criados vean una moneda. (A la memoria me viene otra gran obre literaria que es “Lo Que Queda Del Día”: pero en esta obra, los criados tienen más suerte: al menos están calientes).

En el otro lado está la “casa”, la casa de recreo y de fin de semana, donde van a descansar los señoritos después de no haber hecho nada durante la semana: a meditar, a pensar o a especular. Pero tienen todo hecho y todo preparado, pues están los criados cuya función es no sólo servir a los señoritos sino, además, que estos estén a gusto.

Como muchos habrán visto o leído la obra, seguro que recuerdan muchísimos más detalles. Pero la traigo a colación porque es la obra que mejor refleja la realidad social de esta triste España.

A los que vivimos en el corral se nos concede la posibilidad de “votar” cada cierto tiempo, pero los “votos” son introducidos en la “casa”, donde no podemos ni entrar ni ver qué ocurre ni qué hacen con los votos; de vez en cuando intuimos que están haciendo “reformas” en la casa, o que están “refocilándose” unos con otros, etc. pero todo con nuestro dinero y nuestro trabajo. Y todo sin posibilidad de hacer ni decir nada: solo “ver, oír y callar”.

Otras cosas que vemos es que se conceden “amnistías” y se perdonan entre ellos, y todos los gastos de las fiestas y dilapidaciones que hacen, los pagamos los del corral: o bien con congelación de salarios, o sin estructuras, etc…  Cualquier capricho es pasado a cuenta a la servidumbre.

Ha habido últimamente algunos que han conseguido “entrar” en la casa, pero no para cambiar la suerte de los del corral, sino para llevar la misma vida de los que viven dentro de la casa: o sea, para vivir como los de la casta. A estos últimos se les puede aplicar el refrán castellano de “no sirvas a quien sirvió, ni pidas a quien pidió”, porque el calor de la casa no es el frío del corral; sin duda, han sido hijos de ricos que quieren seguir viviendo bien a costa de la servidumbre.

Y así seguimos: han pasado dos siglos desde esta estructura, y aún la tenemos. Pero, nosotros creemos que se puede cambiar; no es ninguna fatalidad sino todo lo contrario: han sido nuestros antepasados quienes la han creado; y si ellos la han creado, podemos cambiarlas;  y podemos cambiarla creando un PARLAMENTO DE HOMBRES LIBRES, para que deje de existir la diferencia entre “casa y corral”.

Antonio Fidalgo
Secretario de Contigo Somos Democracia Comunidad de Madrid

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *