La «miserabilidad»

“¡No sirvas a quien sirvió,

Ni pidas a quien pidió!”

 Refrán castellano

Creíamos que en este descenso, moral, a los infiernos ya habíamos tocado fondo. Los que somos mayores, que no viejos, hemos ido viendo cómo los presupuestos morales han ido deteriorándose sin parar. Pero, lo más extraño es que, prácticamente, todos los partidos nacidos después de la Transición se han presentados, y se presentan, como “salvadores”: quieren “sanar este cuerpo ¡corrupto!” llamado España.

Para algunos la forma de “sanar” es cercenar, haciendo con ello, o queriendo hacer, un “cuerpo nuevo”, como si fuera un “Frankestein”; pero no lo quieren hacer con una semilla nueva, con un “germen o semen” pues hasta la sexualidad tiene que ser nueva; se tiene que “cortar” una parte del cuerpo porque creen que, así, se desarrollará un “nuevo organismo”.

Una parte de la historia de la moral ha tomado como referencia a la biología, y más en concreto a la medicina; no es que no esté bien dicho modelo, pero tiene sus límites y sus insuficiencias.

Así, desde hace años, en España los partidos políticos, casi todos, han tenido y tienen una función “taumatúrgica”, como las monarquías medievales: vienen a curarnos del mal, de cualquier mal, instaurado en la sociedad; para otros, la sociedad “es mala” de suyo.

La consecuencia ha sido distinta: no el aumento del bien precisamente, sino del desprecio de unos contra otros; en el cual desprecio, como siempre, pierden los más débiles. Aunque la política debería servir para acabar con la pobreza y la desigualdad y, si no, amortiguarla al máximo.

El problema está en que el camino iniciado por algunos partidos no ha llevado a acabar con dicha injusticia sino a aumentarla; es por eso por lo que pienso que ese camino no es válido; los partidos no están para “sanar” sino para representar. No somos quiénes para decir que España es un “cuerpo corrupto”, simplemente debemos de acepta que los españoles somos como somos.

Los valores no son como las instituciones, sino que son propios de las personas; un partido político no es ni bueno ni malo, ni mejor ni peor, sino que son las personas que lo forman quienes tienen unos valores: los partidos no son responsables, somos las personas con nuestras decisiones. Y las personas no somos ni buenos ni malos (eso lo tiene que decir Dios – aunque hay muchos que ocupan, o quieren ocupar, ese puesto de Dios), sino que cometemos acciones que son buenas o malas, las cuales tienen que ser juzgadas por tribunales humanos.

Las acciones derivadas de los valores son de las personas, no de los partidos ni de las instituciones: éstas son como los “mentideros”; pero quien “miente o dice la verdad” son las personas, no los “lugares”. No hay justificación posible para eludir la responsabilidad en cualquier institución: cada uno somos responsables de nuestros actos, y más si afectan al común, es decir, son “políticos”.

Lo que lleva apareciendo estos días en la prensa rebaja aún más, si cabe, la dimensión moral de las personas que lo han llevado a cabo. A lo largo de la historia, se ha aceptado la “usura” como forma estructural de nuestra economía: es decir, el préstamo con interés; también hemos aceptado las “comisiones” en los acuerdos económicos; aunque seguimos sin aceptar, moralmente, el abuso desmesurado de dichas comisiones, sabiendo que sí existen.

Lo nuevo, lo que nos repugna es que, además, alguien se aproveche de una comisión desmesurada y desproporcionada en una “situación de dolor” del otro, peor aún, del “dolor” de los otros provocada, dicha situación, por una pandemia de la que nadie es responsable. El aprovecharse de una víctimas en una guerra, también es reprobable; pero aprovecharse de las víctimas en un desastre natural o de una peste, creo que no hay palabras para dicha “bajeza moral”: se me ocurre la palabra “miserabilidad”, intentando “sustantivizar” un adjetivo, pero apuntando a las personas responsables de dichos actos. No sé si tendrá mucha fortuna dicha palabra, pero hay que intentar describir esa nueva categoría moral.

Sí la aprovecho para manifestar mi repulsa hacia aquellos que se han beneficiado, descomunalmente,  de esta situación en la que todos sufrimos. No sé si se puede caer más bajo moralmente; y no lo digo en sentido de juicio, sino de descripción: han de ser los jueces humanos quienes los juzguen.

Muchos de ellos dicen venir de una clase económicamente baja, y que han tenido que hacer un “esfuerzo” en su vida para forjarse un porvenir; sabemos que en los partidos políticos tradicionales, de derecha o de izquierda, eso no existe: sólo existe lo que, popularmente, se llama “pelotazo”: a esos sí se les puede aplicar ese refrán castellano que he apuntado más arriba. Nada tienen que ver con aquellos que sí se han labrado una vida desde el esfuerzo y la honradez: estos sí que “se han hecho a sí mismos”, porque, entre otras cosas, sí quieren cambiar la suerte de aquellos que están condenados por unas circunstancias que sí dependen de nosotros y no de ningún destino aciago. A estos sí que hay que honrarlos.

Antonio Fidalgo

CONTIGO SOMOS DEMOCRACIA – MADRID

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *