PARLAMENTO “IN ADJECTO”
Lo que estamos viendo estos días, que es continuación de lo que llevamos viendo durante mucho tiempo: sería una bufonada si no fuera tan trágico.
Hace unos meses hubo unas elecciones generales en España para, en teoría, crear un Parlamento, cuya función fuese llegar a acuerdos en virtud de la representación de los votos.
Lo que significa la palabra parlamento es “hablar”, pues el hablar es el fundamento de la democracia; y el hablar nos lleva al “hacer”; el imperativo del “hacer” está en las leyes que se fundan en el hablar, en el parlamentar, en el Parlamento.
Como hay varias opciones políticas, que son las que hemos votado los españoles, se entiende que «hablan» para explicar sus argumentos en un sitio público; ese lugar, ese sitio, es el Parlamento.
Bien, pues en España eso no es así: se ha formado un «parlamento», los diputados han cogido sus actas (nos enteramos de que también han cogido unos «portátiles» de última generación que hemos pagado todos los españoles) y se han ido a “su casa”. Por supuesto, se han ido con su sueldo y sus dietas:
A partir de ahí, la nada parlamentaria.
Nos enteramos de que los líderes de los partidos negocian en cenáculos no se sabe muy bien qué, y que los portavoces de los partidos, y los portavoces del gobierno, salen a decirnos a qué acuerdos son a los que, en secreto, han llegado.
O sea, para que nos enteremos bien:
- Votamos a unas listas cerradas para que los líderes de los partidos negocien “secretamente” cosas que ni iban en el programa, o que muchas cosas son contrarias a lo que dichos líderes han afirmado públicamente.
- El “trámite» del parlamento se lo saltan pues sólo sirve para votar (numéricamente) en público lo que han pactado, o pactarán, en secreto. O sea, que el Parlamento no vale para nada, pues los líderes podrían votar teniendo en cuenta el «número» de diputados que tienen (así nos ahorraríamos los «portátiles» y demás prebendas).
- Además, nos enteramos de que algunos “líderes» de los partidos negocian con «prófugos» o con «ex-convictos» que no se han arrepentido de sus delitos, y cuyas consecuencias nos han afectado a todos.
Al “utilizar” así al Parlamento, se le están quitando sus funciones; deja de ser un Parlamento para ser un “fantasma”; pasa a ser un “no-poder”, pasa a ser un “adjetivo”; pasa a ser una “Cámara de Representación de Gobernados«.
Creo que es hora de ir viendo las consecuencias del artículo
82.1 de la Constitución….!!!!: “Las Cortes Generales podrán delegar en el Gobierno…”
Tal y como están configuradas nuestras “reglas de juego políticas”, la mayoría de los ciudadanos lo somos de «segunda clase”, frente a algunos que lo son de “primera clase”: ya podemos votar lo que queramos que, al final, nuestro voto estará controlado por el gobierno de turno; y no podemos hacer nada: sólo “obedecer”.
Lo que estamos viendo estos días, desde las últimas elecciones, sobrepasa todo lo imaginable. Ahora bien, es un “añadido moral”, puesto que jurídicamente es lo que ha pasado siempre.
Hemos tenido un “despotismo democrático»: «elegimos a quienes nos dirige». No elegimos la ley por la cual queremos guiarnos, sino a alguien que controla la ley, la que sea: de ahí que estemos gobernados por el «decreto-ley» y no por la «ley»; nunca hemos sido dueños de nuestro destino; nuestra “fatalidad” es que estamos siempre dirigidos.
Cuando votamos a unas listas cerradas, lo hacemos para que las personas de dicha lista tengan una “inmunidad”, pero no para defendernos a nosotros, a los que hemos votado, sino para que las personas de dicha lista puedan hacer lo que quieran con el poder que le hemos dado, y siempre es la obediencia al “líder»
Nos duele que dicho poder lo pongan al mismo nivel que unos condenados; eso quiere decir que aún tenemos un pudor y distinguimos lo legal de lo ilegal; pero no olvidemos la raíz: y es que cuando damos el poder, en el sistema está, de suyo, la “dejación de dicho poder”; y vemos que ahora es un desalmado que por subir al Falcon hace lo que sea: pero, repito, no olvidemos la raíz del problema.
En estos oscuros momentos seguimos diciendo que no es una fatalidad, sino que hemos llegado a esta situación porque es el sistema el que nos ha traído hasta aquí: pero podemos cambiarlo, cambiando las condiciones, porque “sí hay esperanza”.
Antonio Fidalgo
Secretario de Programas
Contigo Somos Democracia (Madrid)
Artículo respaldado por la Ejecutiva Estatal