Sobre el Falcon – Rocinante

Grande es la prerrogativa que encierra en sí la andante caballería, pues hace conocido y famoso al que la profesa por todos los términos de la tierra; si no, mire vuestra merced, señor don Antonio, que hasta los muchachos desta ciudad, sin nunca haberme visto, me conocen”.

D. Quijote de la Mancha. II. Capítulo LXII

Pienso que no hay ningún relato que mejor describa la realidad tragicómica de nuestro país que el capitulo LXII de la segunda parte de nuestro Quijote; y además, la debemos personificar en nuestro Presidente Don Pedro Sánchez, al que ya  deberíamos llamar Su Empírea Majestad”, o bien, Su Cesárea Majestad”. Hasta el propio Eróstrato” le tendría envidia, aquel que para ser recordado no se le ocurrió otra cosa que quemar nada menos que una biblioteca.

Tanto la macro- como la micro-economía están hechas unos zorros”, pero a él le da exactamente igual: sólo quiere ser visto” encima de su Rocinante-Falcon” y que todo el mundo hable de él. La realidad de España va por un lado y él va por otro sin que exista, por ahora, posibilidad de que se entrecrucen.

Apenas tiene sentido de la vergüenza: allá donde es invitado, sin sentido del ridículo, se pone en medio sin venir a cuento y sin darse cuenta de que nadie le toma en consideración lo que dice, pues no dice nada; y precisamente por ser invitado, se le escucha, porque es el presidente de un país que en otro tiempo tuvo algo que decir.

Ni moral ni económicamente puede decir nada; primero porque no sabe, y segundo por sus compañías. Son éstas precisamente las que hacen que sea ninguneado en el resto de países donde la cuestión moral e histórica la tienen clara: claro está que él no lo ve, porque sólo quiere ser visto”.

No es, en absoluto, la representación de muchos españoles, pues el sentir de estos va por otro camino: por el del trabajo y el esfuerzo; y sentimos vergüenza ajena cuando lo vemos en su Falcon-Rocinante”. A veces pensamos que, como a Don Quijote, le están gastando una broma, y posiblemente sea así; pero las consecuencias las sufrimos todos, pues él no se da por aludido. Va de listillo”, con el agravante de que sus payasadas” las sufrimos todos, y las consecuencia de sus pactos recaen sobre los más débiles de la sociedad, que cada vez son, numéricamente, más.

Tampoco judicialmente está dentro de la realidad: que el Alto Tribunal le hada dado un varapalo jurídico y político, a él parece no afectarle (por eso es Su Empírea Majestad”): cualquier parlamentario debería pedir su dimisión, pues no se puede actuar de dictador” en estos tiempos; claro está, que él puede sacar el artículo 82 de nuestra Constitución para seguir subido en su Falcon-Rocinante” y para que todos lo sigamos señalando como el gran salvador” que nos ofrece la caballería andante.

Cómo nos gustaría un gobierno como el de Sancho, el cual gobernó “a pedir de boca”, es decir, en sentido honrado y pasando hambre; además de que perdió el sosiego y aprendió a despreciar a todos los gobiernos del mundo”. Pero, claro está,  este último es Sancho y no se podría decir de él:  “¡es Don Quijote de la Mancha!”.

Antonio Fidalgo

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